Seguro que tienes la experiencia de haberte encontrado en algún momento de tu vida, con un amigo que estuviera sufriendo “mal de amores”, y que decidió convertirte en el confidente de sus pesares.
Cuando eso nos ocurre, nos asumimos como paños de lagrimas, cargándonos de paciencia y convirtiéndonos en “contenedores” de sus congojas. Nuestro amigo, se transforma en un ser egoísta y obsesivo, que no para de repetir de forma machacona los pormenores y miserias de su relación truncada.
Intenta entender lo que no puede asimilar, y para ello, nos hace prisioneros de sus confidencias, sumergiéndose en soliloquios inacabables. Aunque los temas varían, la música de fondo a modo de triste bolero, siempre tiene que ver con lo que la otra persona le ha hecho, lo mal que se ha portado o el sufrimiento que le infringe.
En general, nuestro amigo después de despacharse a gusto poniendo a parir al objeto de sus desvelos, suele recuperar la calma. Pero esa calma, que en ocasiones puede durar algunas horas o incluso días, suele ser efímera porque tarde o temprano se desvanece, apareciendo de nuevo la angustia, y con ella el reclamo de nuestra terapéutica presencia.
A todo ese proceso lo denomino psico-diálisis, y le llamo así porque lo que nuestro amigo hace, es “dializarse”, descargando y depositando en nosotros, todo lo que no puede “digerir” de su relación conflictiva. En realidad se trata de un proceso de limpieza. Él no para de “vomitar” las porquerías de su relación, y nosotros no dejamos de “sujetarle la cabeza”, permitiendo que se desahogue. Entramos en una espiral cómplice, donde la secuencia: angustia-descarga-calma-angustia-descarga-calma, puede repetirse hasta la extenuación.
Finalmente, quedamos exhaustos pero contentos y reconfortados, por la prueba de amistad y lo bien que nos hemos portado con nuestro amigo.
Pero pasa el tiempo, y resulta que nos enteramos que finalmente, ha vuelto a recuperar la relación perdida, causante de tanto sufrimiento y horas de “limpieza”.
De pronto, constatamos, que no solo no nos llama nunca, sino que hace todo lo posible por no coincidir con nosotros. Nos evita!! Ante semejante descubrimiento, nos indignamos y arremetemos furiosos contra la naturaleza humana, degradándole a la categoría de ex amigo.
Veamos que ha ocurrido a la luz de la psicología:
- Como expliqué en el post la realidad no existe, existen formas de ver la realidad, cuando no entendemos la conducta de alguien, siempre le atribuimos maldad o locura. En este caso, nos sentimos maltratados y pensamos que nuestro amigo no lo es, y además ha resultado ser muy mala persona.
- Lo que ha ocurrido desde un punto de vista psicoanalítico es que nuestro amigo ha hecho una identificación proyectiva. Es decir, nosotros como confidentes y “depositarios” de todos los aspectos negativos de su relación, le “recordamos que sabemos” todo lo malo de la misma. Identifica y proyecta en nosotros, todo lo negativo de su relación. Lo malo está fuera (nosotros), sin saber que ha partido de él.
- El tercer paso es no querer saber nada de nosotros, porque al estar identificados proyectivamente como lo negativo de su relación, no puede soportar nuestra presencia (muerto el perro, se acabo la rabia). Ha decidido finalmente matar al mensajero.
¿Pero que ocurre en una psicoterapia? En todo proceso terapéutico, el paciente también “descarga” igual que os he contado más arriba, pero la diferencia estriba en que el terapeuta debe saber controlar lo que está pasando.
Esa “descarga” afectiva alivia, pero no cura, y el trabajo terapéutico consiste en saber utilizar todo lo “vomitado”, para que el paciente entienda el origen de su dolor, rabia, frustración o cualquiera que sea su sentimiento. Se efectúa un trabajo de integración, para que el paciente se haga cargo de todo lo proyectado y así deje de victimizarse, poniendo fin a su dolor.
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