Imagina por un instante que tu inteligencia emocional se desenvuelve en el seno de un poliedro de cuatro caras, y que –a modo de código–, en cada una de ellas está escrita una de estas palabras: AMOR, RABIA, PENA y CULPA.
LA “CARA” CON LA QUE NOS IDENTIFICAMOS
La mayoría de nosotros solemos mostrar nuestra cara favorita, que es aquella con la que nos cuesta menos identificarnos. Ello nos da la suficiente seguridad como para crear y perpetuar “una forma estable y segura” de relacionarnos con los demás, que si es reiterativa y predecible la llamaremos melodrama.
Así pues, a nuestro alrededor se moverán personas de lo más diverso: apesadumbrados, amorosos, culpables, rabiosos … y todas las variantes que se puedan imaginar alrededor de esas cuatro palabras.
AMOR, RABIA, PENA Y CULPA: LAS CUATRO ESTACIONES DEL CLIMA AFECTIVO
Que solo mostremos una cara, no quiere decir que las otras no existan. De hecho, si reflexionamos sobre nuestras relaciones con personas significativas a lo largo de la vida, es muy probable que en el transcurrir de esas historias, se haya pasado por las cuatro palabras, como si fuesen las cuatro estaciones del clima afectivo.
Si a pesar de esas vicisitudes y cambios, las relaciones no se quebraron, estoy seguro que con el paso del tiempo, se hicieron mucho más sólidas y duraderas.
Pero por desgracia, no todos somos capaces de superar las dificultades y cambios que exige la vida. Queremos que nos quieran, y esas “caras” no dejan de ser “cebos” para atraer a nuestros complementarios. Por eso, el pesimista siempre tendrá algún optimista que tire de él, el sádico se moverá con sus correspondientes masoquistas, la amorosa “madre” encontrará algún “hijo” a quien cuidar, el cascarrabias se proveerá de apaciguadores … y así sucesivamente.
EL “GIRO” DEL POLIEDRO
Ya expliqué, que uno de los criterios de salud mental, es el de la movilidad de roles e ideologías. Según esto, lo más sano es que podamos conectar con cada una de estas palabras, y que nuestro “poliedro” sea capaz de girar, para mostrar la cara que esté más acorde con las circunstancias que nos toquen vivir. Si esto ocurre, querrá decir que poseemos la suficiente inteligencia emocional para estar conectados con nosotros mismos, viviendo el “drama” de la vida, y en posesión de los registros suficientes para seguir gestionándola.
Pero, ¿por qué ocultamos las otras caras? ¿Por qué no solemos mostrarnos en trescientos sesenta grados? Probablemente, porque; con el consiguiente dolor y conflicto que eso conlleva. Sin embargo, las otras caras están ahí, ocultas y latentes en nuestro interior.
CONVIENE NO OLVIDAR QUE AUNQUE IGNOREMOS LA EXISTENCIA DE “LAS OTRAS CARAS”, SIEMPRE SUFRIREMOS SUS CONSECUENCIAS
Para que el “poliedro” gire, suele ser necesario que algo fuerte nos sacuda las entrañas. A veces será una enfermad, otras una pérdida, y en general bastará con cualquier tipo de crisis. Como casi siempre, parece que el cambio tiene que venir de fuera (es necesario que atropellen a alguien para que pongan un semáforo).
EL PESO DE “LA SOMBRA”
Cuando hablé de la sombra, hice mención a aquellos aspectos, que aún estando latentes en nosotros, se nos hace imposible conectar con ellos debido a nuestras creencias. Si por ejemplo, mis creencias dicen que “debo ser educado y comedido en mis manifestaciones afectivas“, es más que probable que muestre gran dificultad para conectar y expresar amor y/o rabia. Por tanto, las dos palabras estarán “desconectadas” y latentes en el lado oscuro de mi psiquismo. Esa disociación, será la responsable de un conflicto psíquico inconsciente que podrá manifestarse en forma de diferentes síntomas.
UN CASO PRÁCTICO
Para entender como se manejan estos conceptos en la clínica práctica, os voy a hablar de una paciente que llamaré Lucía y que por aquel entonces tenía 25 años. Acudió a la consulta con unos niveles muy altos de ansiedad e hipocondría, estando medicada con ansiolíticos.
Llevaba 3 meses sin poder dejar de pensar que sufría una grave enfermedad que los múltiples médicos a los que había acudido “no sabían detectar”. Para su desesperación y sufrimiento, todas las pruebas y análisis a las que fue sometida resultaron negativos, no encontrando ninguna justificación orgánica a lo que le ocurría, momento en que fue derivada a mi consulta.
Con fines didácticos, voy a resumir aquellos aspectos de su historia que considero relevantes para esta exposición:
- Lucía es médico y en el momento de la consulta le acababan de confirmar que había conseguido una plaza muy importante en un hospital americano. Debía viajar e incorporarse en los próximos dos meses
- Sus padres se habían separado de forma traumática cuando ella tenía 10 años (el padre llevaba manteniendo una relación clandestina con una mujer durante hacía 5 años, con la que después se casó). Lucía se quedó viviendo con su madre y un hermano 4 años mayor que ella. Sus padres continuaron llevándose mal
- Se sintió abandonada y traicionada por su padre, que es un afamado neurocirujano (especialidad que ella eligió). Su madre perdió 30 kilos en la separación, sufriendo una profunda depresión de la que le costó mucho recuperarse.
- Actualmente sus padres viven con sus respectivas parejas
- A los 12 años se empeño en ir a estudiar interna a Madrid porque allí estaba su hermano. Sus padres se lo consintieron
- A los 15 años se fue a vivir con una prima a casa de una familia que alquilaba habitaciones, y a los 18, se fue a vivir sola a un apartamento. Tuvo un ataque de ansiedad muy fuerte y le pusieron un tratamiento con antidepresivos y ansiolíticos
- Lucía se describía como rebelde e independiente. Se sentía muy enfadada y abandonada por su padre. Afirmaba que era igual de independiente que su madre, a quien se sentía muy parecida y unida
- Siempre ha salido con “chicos raros y conflictivos” sin llegar nunca a tener una relación afectiva estable
- Las continuas recaídas de Lucía, tenían a sus padres muy preocupados y desconcertados
DIAGNÓSTICO Y “TRATAMIENTOS”
Como hago con todos los pacientes, se le efectuó una amplia exploración diagnóstica que confirmó una situación física de profundo agotamiento (había hecho un gran esfuerzo para conseguir su trabajo), con unas defensas muy bajas y una nutrición muy deficiente. Como TRATAMIENTO “PALIATIVO”, se actuó sobre su sintomatología física, a base de dieta de desintoxicación, multinutrientes y reposo (podar, abonar y poner al sol).
Iniciamos el TRATAMIENTO “CURATIVO” con una psicoterapia integral planificada de esclarecimiento, donde rápidamente se focalizó sobre su terrible miedo al abandono.
Hasta “caer enferma” se mostraba muy activa, independiente y contestataria. Pero a raíz de sentirse mal, su dependencia se disparó hasta tal punto, que “obligó” a que sus padres estuvieran muy preocupados y totalmente pendientes de ella.
FUNCIÓN DEL SÍNTOMA
Una vez más, y como he explicado en otro artículo, se demostraba que la pregunta importante no era QUE le pasaba a Lucía, sino PARA QUÉ le servía lo que le pasaba.
Básicamente le servía para dos cosas:
1. Para reclamar cuidados y atención por parte de sus padres. La verdadera función de sus síntomas era lograr que la “enfermedad” hablaba por ella, y
2. Para agredirles a través de la preocupación y la culpa
Lucía, conectaba conscientemente con la palabra AMOR y PENA hacia su madre y con la palabra RABIA hacia su padre, pero sabia muy poco del AMOR que sentía por su padre y de la RABIA hacia su madre. Estas dos últimas palabras permanecían enterradas en su inconsciente
EL GIRO DEL POLIEDRO
Había que lograr que Lucía girase su “poliedro”, para adquirir una visión en 360º que le permitiera “perdonar” a sus padres, y así liberarse de su sufrimiento.
En una sesión, me contó que su madre siempre había sido muy feminista, y que le espantaba depender de los hombres. Me dijo literalmente: “aún hoy, no se deja ayudar y en muchas ocasiones adopta el rol de tío“.
A raíz de esas palabras, le hice un señalamiento (intervención técnica que consiste en señalar al paciente alguna conducta propia o ajena, para luego observar la conciencia que tiene de ese patrón repetitivo, estimulando su capacidad de indagación y autoconciencia) de dos aspectos del comentario, que le invitaba a que reflexionase:
- Le dije que era muy posible que al identificarse con su madre, ella se sintiese también como “un hombrecito” que no necesitaba de los demás. De esta manera, era muy explicable el porqué ahuyentaba a los hombres normales (con los que podía hacer un proyecto) y atraía a los conflictivos (con los que no podía hacer un proyecto de vida)
- También se abría la hipótesis de que probablemente su padre no se había sentido lo suficientemente valorado y necesario para su madre, por lo que se buscó una mujer dependiente, que se mostraba vulnerable y necesitada de él.
Estos señalamientos fueron tan potentes para su psiquismo, que su poliedro giró dándose cuenta de:
-
El AMOR hacia su padre (había escogido la misma profesión que él)
-
Como “tomó partido” por la madre al identificarse con ella, declarando a su padre el culpable absoluto del abandono
-
La RABIA hacia su madre: en primer lugar, por permitirle que a los 12 años ella tomase la decisión de irse a estudiar sola a Madrid y en segundo lugar, la culpaba de que la hubiese puesto “en contra” de los hombres
En sesiones posteriores se fueron matizando y colocando las piezas de su puzzle. Lo más importante para Lucía, fue que logró ver a sus padres en su dimensión humana, y al comprenderles, les perdonó y eso hizo que su “poliedro” se moviese libremente por las cuatro palabras.
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