Aunque voy a utilizar la palabra rabia para hablar de una emoción universal básica, bien podría emplear en su lugar, otros sinónimos de ella, como: ira, enojo, irritación, enfado o coraje, entre otras.
Muchas de las emociones que sentimos cotidianamente, –entre ellas la rabia– son consideradas en nuestra sociedad como emociones “negativas”, aunque en realidad hay que entenderlas como valiosas “señales”, que nos informan sobre problemas latentes no resueltos, que debemos aprender a solucionar para mejorar nuestra salud mental.
La rabia es el resultado de un deseo frustrado por algún obstáculo
El médico y psicoterapeuta Norberto Levy, en su libro La sabiduría de las emociones (2010) escribe:
“Solemos creer que las emociones son el problema. Que el miedo, el enojo, la culpa, etc., son los problemas que nos acosan. Y no es así. Se convierten en problemas cuando no sabemos cómo aprovechar la información que brindan, cuando nos “enredamos” en ellas y nuestra ignorancia emocional las convierte en un problema más. Entonces sí, cada uno de estos estados agrega más sufrimiento estéril a la experiencia que vivimos. Pero, repitámoslo una vez más, no es la emoción en sí lo que perturba sino el no haber aprendido aún cómo leer y aprovechar la información que transmite”.
LA QUÍMICA DE LA RABIA
Como he dicho más arriba, todos tenemos la experiencia de enfadarnos y sentir rabia, cuando aparece algún obstáculo que frustra nuestro deseo o necesidad de algo.
Químicamente, al sentir frustración frente a un obstáculo que vivimos como amenaza, segregamos adrenalina y noradrenalina, que son unos neurotransmisores del sistema nervioso simpático, responsables de alertarnos y prepararnos para la superación del obstáculo
EL CORTOCIRCUITO EMOCIONAL Y LA “INUNDACIÓN AFECTIVA”
La evolución se basa en la supervivencia, y como tal, nuestra especie su habría extinguido ya, si no fuésemos capaces de detectar la presencia del peligro o la cercanía de una compañía sexual apropiada para reproducirnos. A pesar de las grandes prestaciones de nuestro actual cerebro –perfeccionado a lo largo de millones de años–, gracias a Dios, no hemos perdido esta capacidad.
El cerebro emocional está “de guardia” permanente, velando por nuestra seguridad, y cuando detecta algún peligro; salta la alarma, sufre una “inundación afectiva” –de adrenalina–, y en pocos milisegundos bloquea toda actividad del cerebro cognitivo, obligando al cerebro en su conjunto, a pensar solo en términos de defensa o ataque.
Todos los conductores tenemos la experiencia, de haber dado alguna vez un volantazo salvador ante el peligro de una colisión inminente. ¿Qué ha sucedido? Pues que nuestro cerebro emocional (límbico) se ha “disparado”, bloqueando instantáneamente al cerebro racional, permitiendo así, que los reflejos y las acciones instintivas tomen el mando.
En el caso particular de la rabia, cada vez que aparece algún obstáculo que bloquea nuestro deseo o necesidad de algo, nos sentimos frustrados, notando un “subidón” de adrenalina o excedente de energía –vulgarmente llamado “cabreo“–, que necesitamos descargar en forma de rabia, en un intento desesperado para lograr nuestro objetivo.
Por lo tanto, la rabia es un medio para resolver un problema, y su descarga es necesaria PERO NO SUFICIENTE, para recuperar el control y encarar su resolución
LA NECESIDAD DE “MODULAR” LA RABIA
Si no sabemos manejar esa “sobrecarga energética” o rabia; en vez de contribuir a la resolución del problema, se convertirá en un problema en sí misma.
Es como si el agua que fluye tranquilamente por una tubería, topa de pronto con un obstáculo que dificulta –frustra– su transcurrir. El agua irá acumulándose, aumentará “la presión” sobre el obstáculo –en un intento desesperado para seguir circulando–, y al final; o logra superarlo o se rompe la cañería.
Cuando las emociones son demasiado intensas, el cerebro emocional empieza a dominar sobre el cerebro cognitivo, alterando el funcionamiento mental. Se empieza a perder el control del flujo del pensamiento, y la conducta se resiente en la toma de decisiones (se me nubla la mente, no puedo pensar). Si estas situaciones de “dominio emocional” se prolongan en el tiempo, es probable que desemboquen en estados de estrés, que de no solucionarse, pueden acabar como ataques de ansiedad o de pánico.
LAS CREENCIAS LIMITANTES QUE AFECTAN A LA RESOLUCIÓN DE LA RABIA
Ya he comentado en múltiples ocasiones, la importancia de las creencias. Veamos algunas de las que pueden interferir en la resolución de la rabia:
– La rabia da eficacia (el que pega primero, pega dos veces). Sin embargo, podemos observar, que cualquier tarea compleja, necesita del cultivo de la relajación y la calma. La frustración y la rabia, son útiles para aumentar la fuerza física, pero no sirven para resolver un problema interpersonal. Nos desajustamos, cuando seguimos utilizando las respuestas de rabia generadas en el pasado, para resolver situaciones en el presente, que no precisan de tanta energía. Por ejemplo: Si yo he tenido problemas con mi padre –que es la primera figura de autoridad–, mis respuestas frente a cualquier autoridad que me reprenda, serán hostiles y desproporcionadas.
– Expresar la rabia está mal, no es correcto y además es señal de debilidad. Esta creencia hace mucho daño, porque se vive la ira como “o me callo o pierdo el control de la situación”. Esta actitud represiva, agrava el problema, porque nunca podremos adquirir la experiencia de expresar rabia, y así, jamás podremos aprender a graduarla.
– Enfadarse y discutir es herir con las palabras ¡No! Discutir es discutir, nada más. Lo que hace daño de la rabia, es la acción destructiva sobre el otro, o sobre uno mismo, pero no la descarga en sí. Hay que comprender la necesidad que tenemos de descargarnos; pero una cosa es la acción pura de descarga, y otra muy distinta, el ataque al prójimo. Hay muchas personas que no saben descargarse de forma correcta, con lo cual la “carga adrenalínica” se acumulará, pudiendo transformarse en tensiones musculares crónicas e incluso en futuros problemas cardiovasculares o de otra índole.
– Reconocer el impacto que nos produce lo que el otro hace, es señal de debilidad (no voy a darle el gusto de decirle como me ha afectado lo que me ha hecho). Para que se produzca una modificación en la conducta del otro, es necesario que este conozca con todo detalle, el efecto que su conducta causa en mi.
DE LA RABIA QUE DESTRUYE A LA RABIA QUE RESUELVE
Hay personas que detrás de cualquier frustración, siempre ven alguna voluntad adversa que la causa, porque piensan que el rasgo esencial de la vida, es la lucha por la supervivencia y que “el hombre es un lobo para el hombre”. Estas personas, se encuentran permanentemente en “modo guerra” y su rabia siempre será destructiva.
Existen otras personas, que creen que el rasgo esencial de la vida, es el aprendizaje que realiza la conciencia cada vez que soluciona un problema. Estas personas, se encuentran continuamente en “modo aprendizaje“, y su rabia siempre estará orientada a unir y resolver.
The post ¿CÓMO MANEJAS LA RABIA? DE LA RABIA QUE DESTRUYE A LA RABIA QUE RESUELVE appeared first on Blog del Doctor Cabau.